11. Una noche de escape
La noche se derramaba sobre la ciudad como un terciopelo oscuro, bordado con luces doradas que se reflejaban en los ventanales de los edificios más exclusivos. Shaya se dejó guiar por la mano firme de Eryx Allen. Sus pasos resonaban en el mármol pulido del vestíbulo del hotel, uno de los más prestigiosos de la ciudad, donde las cortinas de terciopelo y las lámparas de cristal imponían un lujo intimidante.
Ella no entendía por qué estaba allí, cómo había terminado en ese lugar después de una velada tan convulsionada. Había aceptado subir a ese auto sin demasiada resistencia, quizá porque estaba cansada de luchar, quizá porque la atracción hacia ese hombre era demasiado fuerte para negarla. Lo que sabía era que, en presencia de Eryx, el mundo exterior parecía desvanecerse, quedando solo un torbellino de emociones que la desarmaba por completo.
Eryx caminaba a su lado con esa seguridad inquebrantable que lo caracterizaba, vestido impecablemente, la mirada fija, los labios apretados como