¡Mierda! me había casado en un arranque de locura, pero esta mujer me traía de las pelotas y sabía que la amaba. Ahora, el problema era ¿Cómo se los diría a todos? Y en especial a mí mamá. Con el tío James y mi padre era casi normal poder decirles de mis locuras, ellos me regañarían y al día siguiente lo olvidarían, pero mi mamá, ¡Dios! de solo pensarlo me da escalofríos.
Rosy es una chica de pueblo, esforzada, está donde está por su incansable necesidad de superarse y con todas las becas que pudo obtener, estaba estudiando su carrera.
Me debería sentir orgulloso de la mujer que tengo ¿no? Pues claro que lo estoy, pero yo vivía en un mundo totalmente distinto y que se manejaba por las apariencias y la chequera que tienes. Salvo por mis padres y mi tío James, la gente que nos rodeaba era un tanto miradora en menos y temía porque mi Rosy no se sintiera bien en ese grupo de gente.
Por lo pronto ya estábamos instalados en el piso que me compraron mis padres aquí en Oxford y de acuerdo a todos los presupuestos recién en las vacaciones tendríamos la presentación oficial de mi esposa en Dublín.
—¿En qué está pensando tu cabecita loca?—me pregunta mi bella ninfa, abraza a mi torso desnudo.
—En nada, amor. Aún tengo algunas cosas que hacer para organizar mis horarios con los tuyos y pasar el mayor tiempo posible, como no tuvimos luna de miel…
Ella me calla con un beso y sonríe en mis labios, es tan hermosa que me dejo llevar por el deseo irrefrenable que siento por ella y la vuelvo a hacer mía.
Cuándo hemos saciado nuestros cuerpos me dejo caer sobre su cuerpo y suspiro.
—Creo que no necesitamos luna de miel, amor. Viviremos el día a día como si fuera nuestra luna de miel ¿Te parece?
—Te conformas con poco, mujer—le digo sonriendo y alzando mi rostro para verla, ¡Mierda! Estaba enamorado hasta el tuétano de ella.
—No es poco si te tengo a mi lado.
—Eres muy sabia, mujer.
—Por algo te elegí…
Ya llevamos dos meses de casados y debo de decir que han sido los mejores meses de mi vida, aunque, por petición de mi ninfa aún no habíamos hecho público nuestro matrimonio, algo que en cierta forma me molestaba, pero que también entendía, yo también lo estaba ocultando, salvo por James y Christian nadie más lo sabía.
Estamos en la isla de la cocina tomando el desayuno, cuando mi ninfa me entrega el café y me mira con cierta determinación.
—Aaron…
—Mmm.
—Creo que ya es momento de hablar con la familia y los demás.
—¿Es en serio? ¿De verdad? Mira que yo feliz, pero recuerda que eres tú la que no quiere sacarlo a relucir con los demás, yo por mí ahora mismo salgo y lo grito al mundo entero.
—¡Estás loco!—la tomo en mis brazos y comienzo a dar vueltas con ella, me siento feliz de que ella haya dado este paso y mejor que sea antes de lo esperado.
Lo primero que hicimos fue citar a nuestras familias, haríamos una cena en casa, gracias a los chicos hoy tenemos a Lauren en la cocina preparando sus deliciosos platos. Todo sería perfecto o eso pensaba…
Los primeros en llegar fueron mis amigos, estábamos los cuatro Mosqueteros y nuestra bella reina que se veía hermosa en su vestido rosa palo que había escogido para la ocasión, realmente parecía una ninfa y era mi ninfa, toda mía.
El sonido del timbre nos sacó de la absurda conversación sobre paneles solares y fui yo quien se levantó a abrir.
Mi sonrisa de oreja a oreja se esfumó al ver la cara de la invitada que estaba frente a mí.
—¡Mamá! — exclama mi ninfa, al ver a su progenitora.
—Rosemary, espero que tengas una buena explicación para citarme aquí, llevo días tratando de ubicarte en los dormitorios de la facultad y ahora me llamas para decirme que estás viviendo aquí ¿Qué es lo que pretendes al estar viviendo en un lugar donde no podemos pagar? ¿no te basta todos los sacrificios que hemos hecho?
—Señora, yo…
—Mamá, creo que antes de seguir con tu discurso clasista primero debes saber que si vivo aquí es porque este es mi hogar.
—¿Qué? ¿Te transformaste en la golfa de estos riquillos?—mi adorada ninfa estaba mal, lo sé por como sujeta mi mano y los pequeños temblores que suelta su pequeño cuerpo, es por eso que me decido a hablar.
—Señora Alba, antes de cualquier cosa me quiero presentar, son Aaron Connelly, el esposo de su hija.
—¡¿Qué?!—la pregunta no solo la hace mi suegra, sino que también mi madre, no me fijé que había dejado la puerta abierta y ahí en el marco estaban mis padres, papá un tanto sorprendido y mamá ¡Dios! Ella estaba como si un camión la hubiese arrollado.
—Mamá, papá, por favor pasen, ya escucharon la noticia, así que les quiero presentar a mi hermosa ninfa, Rosemary. Rosy, ellos son mis padres Diana y Trevor Connelly.
—Un gusto señores—a diferencia de la madre de Rosy, mis padres nos ven con esa cara de amor inconmensurable que siempre me han dado y lo que más me sorprende es como mi mamá se acerca a ella y la abraza.
—¡Oh, pero mira que hermosa chica es mi nuera!
—Señora ¿No se da cuenta de la estupidez que dicen estos niños? ¿Estás embarazada? —grita molesta —. Eso se soluciona fácil, hija, no tenías que obligarlo a casarse, ¡Somos enfermeras niña tonta!
—Mamá…
—Nada de mamá, tú toma tus cosas y vámonos, no pertenecemos aquí.
—Señora Alba, así fue como le dijo mi hijo ¿no?
—Sí, ese es mi nombre, señora Connelly.
—Pues Alba, si nuestros hijos se casaron, sea por el motivo que sea, lo importante es lo que veo en sus rostros y eso es amor.
—Pero somos de distinta clase, ¿No se da cuenta de que no pertenece aquí?
—El lugar donde pertenezca es donde su corazón lo diga—mira a mi ninfa y le da una sonrisa cálida — ¿Este es tu lugar no?
—Sí, señora.
—Pues todo está dicho, bienvenida a la familia, querida y por supuesto, bienvenida Alba, si es que te quieres quedar ¿Cierto mis niños? ¿amor?
Sutil, fuerte y claro era el mensaje. Y yo pensando que ella sería la del problema, cuán equivocado estaba.
El resto de la comida, aunque fue un tanto incómoda por la madre de mi ninfa, se mantuvo bastante entretenida. Sobre todo por las locuras de Duncan en la academia de policía y de Christian y sus insufribles dramas pasionales.
Cuando todo se calmó, mis padres nos dijeron que nos esperaban para navidad y también invitaron a mi suegra, en cambio ella nos miró con cierto desprecio y solo, por ser gente se despidió de todos.
—Misión cumplida —dice Chris lanzándose al sofá de nuestro pequeño departamento y toma el control remoto para ver sus series policíacas.
—Por suerte la tía se portó a la altura—señaló Duncan, entregándome a mí y a James una cerveza.
—Tu mamá es muy linda, amor—dice con un dejo de pena.
—La tuya también, solo espera a que se calme y se quite ese prejuicio que tiene, no te sientas mal, esta será una de tantas comidas familiares.
Los chicos asintieron y mi ninfa se sentó en mi regazo, así estuvimos conversando los cinco de todo y de nada hasta que los chicos por fin decidieron irse a su departamento.
Hace ya una semana que tuvimos ese extraño encuentro con nuestras familias, para mi bien, mamá lo había aceptado y cobijado a Rosy como si fuera su hija y ¿quién era yo para quejarme? sobre todo después de lo que le dijo su madre a mi amada ninfa. El día de hoy me decidí por ir a buscar a mi ninfa a la universidad quería pasar la tarde con ella y llevarla a un lugar bonito.
Cuando me acerco a los jardines que dan hacia la facultad veo a mi hermosa ninfa junto a ese idiota de Hudges, por sus gestos veo que están discutiendo, por lo que apuro el paso y me acerco a ellos, pero me detengo cuando lo escucho hablar.
— Rosemary, no puedes hacerme esto, tu eres mía y nadie más puede hacerte feliz como yo.
—¡Ya basta! Nosotros terminamos hace mucho y yo amo a mi esposo ¿No lo puedes entender?
En ese momento mi ninfa ve hacia donde estoy y corre a mis brazos y yo la acepto feliz, la había escuchado y ella me amaba.
—Amor, yo…
—Tranquila, hermosa. Los vi y escuché todo, no tienes nada que explicar y tú deja de molestar a mi esposa o te juro que no volverás a ver el sol.
—Te la regalo, es una sucia zorra que no vale la pena. Ya verás cuando se aburra de ti.
Me iba a abalanzar en contra de ese imbécil y darle la paliza de su vida, cuando mi hermosa ninfa me detuvo y negó con la mirada.
—No vale la pena, mi amor. Vamos a casa ya terminé mis clases.
—La verdad es que vengo a invitarla a un lugar.
—¿Dónde?
—Será una sorpresa.