El día siguiente, dieron el “Sí, quiero” más que decididos, acompañados de las personas más importantes de sus vidas. La madre de Ana Paula los felicitó por el enlace y se mostró satisfecha de la familia que había ganado su hija.
Ciertamente, hubo risas y alegrías, pero también lágrimas, pues habían tenido que pasar mucho para llegar a ese momento de dicha.
— Me hace feliz saberte realizada, hija — le dijo la madre de Ana Paula, al final de la noche.
— Tú también eres parte de mi felicidad. Eres mi madre.
La mujer la estrechó en sus brazos y le acarició la espalda. Ella se dejó consentir.
— Ya debo irme.
— ¿A dónde irás? Pensé que te quedarías un poco más.
En eso, apareció Santos.
— Tu madre se instalará en una pequeña propiedad cerca de nuestra nueva casa.
Ana Paula alzó el rostro.
— ¿Propiedad? ¿Nuestra nueva casa? — preguntó, desconcertada.
— Santos me pidió ayuda para comprar la casa de tus sueños. Esa junto a la playa con la que tanto soñaste.
Los ojos de Ana Paula bri