90. Dias de ensueño
— Eres maravillosa — le dijo él después de recuperar el aliento —. Eres perfecta. Eres... un sueño, An. Eres mi sueño.
Ella estiró la mano y alcanzó su mejilla, enamorada.
— Jamás me sentí de esta forma — dijo en un todo quedó. Se le quebró la voz —. Me siento tan feliz.
— An, no llores, ven aquí. Todo está bien, ¿no es así? — la pegó contra su pecho.
— Todo es… increíble — suspiró, dibujando figuras sin sentido en su pecho desnudo. Después alzó la vista y lo miró fascinada —. ¿Santos?
— ¿Mm?
— Sé que fuiste mi donante — mencionó.
Él se tensó de pronto y bajó el rostro. La miró con el ceño fruncido y después recargó la cabeza contra la almohada. Cerró los ojos y negó.
— Le dije a mi madre que no te dijera nada.
— Lo sé, pero… no fue su culpa — musitó, al tiempo que él se incorporaba. Ella se alzó sobre sus codos —. Tenía derecho a saberlo. ¿Por qué te molesta?
— No es eso — dijo, serio, dándole la espalda. Tomó el bóxer del piso y se lo colocó.
Ella lo siguió. Se había queda