74. Sangre
Elizabeth no supo cuánto tiempo le tomó en reaccionar, pero, cuando lo hizo, sintió que le comenzaba a faltar el aire.
Se llevó las manos al pecho, respirando con dificultad.
— ¿Beth? — la voz de Leonas la hizo alzar el rostro — ¿Estás bien?
Él la miró extrañado. Estaba pálida. Durante las últimas semanas había respetado su decisión de mantener las distancias; sin embargo, sus sentimientos por ella seguían allí, clavados en lo más profundo de su ser.
— Mi… hija — consiguió decir.
Leonas no comprendía, miró a su alrededor, prestando atención a los detalles. Sus ojos se abrieron ante la sospecha.
— ¿Qué pasa con Raquel? ¿Dónde está?
— Se la ha llevado — musitó, al borde del llanto —. ¡Renato se ha llevado a mi hija! ¡Me ha dejado un mensaje burlándose el muy desgraciado!
A pesar de la conmoción que asaltó al jefe de seguridad de los Torrealba y la impotencia que lo sacudió, no perdió un segundo de tiempo. ¡Ese hijo de put4 había logrado escabullirse en la mansión! ¡No entendía có