27. Un acto del corazón
Había pasado una hora desde Santos se encerró en el despacho con ese hombre y Ana Paula no había dejado de asomar la cabeza para ver si se abría la puerta.
— ¿Por qué tardarán tanto? — se preguntó a sí misma. Julia y Laura la observaron con cariño. Esa muchacha era completamente genuina y transparente.
— Tranquila, menina, mi nieto sabrá tomar la decisión correcta — le dijo la abuela de su esposo.
Julia colocó una mano en su pierna.
— ¿Cómo fue que llegó ese animal aquí? Pobre, debe estar aterrado, mira el estado en el que lo tienen — suspiró la mujer, observando por la ventana del salón principal la increíble desnutrición del felino.
Otra hora más tarde, la puerta se abrió. Ana Paula se incorporó como un resorte y no dudó en acercarse, ansiosa por saber el destino de ese triste y pobre animal.
— ¿Y? — preguntó a su esposo.
Santos suspiró.
— He contactado a las autoridades pertinentes y no podrán venir hasta dentro de cinco días.
— ¿Eso qué significa?
— Que no podremos hacer