—¡Suéltame! —intentó liberarse, pero le resultó imposible al verse atrapada en esas manos que parecían grilletes.
Los labios del hombre buscaron su boca y ella lo esquivó rápidamente.
—¡No! ¡No quiero que me beses!
—Últimamente eres tan insoportable —gruñó, soltándola con rabia.
—Si no me soportas como dices, deberías entonces no volver a llamarme.
—¡Te llamaré las veces que me dé la gana! —repuso.
—¿Y qué hay de tu prometida? ¿Acaso no te complace?
—Isabella es muy buena cama —dijo con total descaro—. ¿Pero cuál es el chiste entonces de tener una amante?
—No deberías tener una amante en primer lugar.
—El punto es que la tengo —respondió cínicamente.
—¿Y entonces no sientes amor por ella? —señaló la revista en la mesita de centro—. En esa foto parecen estar muy enamorados. Si amas a una mujer, no deberías ser deshonesto con ella.
Al escucharla, el hombre sonrió con un aire triunfante.
—Ya entiendo —se acercó de nuevo, tomando entre sus dedos un mechón rebelde de su cabello—. De nuevo