El sonido de la porcelana al chocar contra la mesa es lo único que rompe el silencio. El almuerzo terminó hace un par de horas, pero mi suegra nos invitó a tomar el té y no hubo cómo negarnos.
Después de almorzar, caminamos junto a ella por el Jardín Real manteniendo una conversación bastante normal. Nada personal, solo temas de gustos y un poco de política. Lo que sin duda hizo gruñir a Maximilian.
Aún me sigo preguntando por qué aborrece tanto la idea de ser parte del parlamento o al menos de la cámara directiva.
Luego de ese paseo, vino la invitación del té y aquí estamos, sentados en la mesa en un silencio bastante exasperante, la verdad.
Por más que sonrío, que le sigo la corriente a mi suegra, no me siento cómoda. Y no por ella, de hecho, hasta ahora se ha portado muy bien conmigo. Me demostró que, en un ambiente menos formal y protocolar, podemos actuar con normalidad.
Y lo ha hecho, ha sido gentil y, aunque hubo momentos donde soltaba comentarios extraños, su trato hacia mí has