Caminar tomada de la mano de Maximilian por los pasillos del palacio tiene un peso distinto esta noche. No solo por lo acelerado que está mi corazón a pesar de mi duelo, ni por el nudo que tengo en la garganta a causa de tantas emociones revueltas por los recuerdos que llevo clavados en la cabeza desde hace más de cinco años. Sino porque, a pesar de todo lo que esta noche amenaza con ahogarme, no me siento sola.
Estoy con él y él está conmigo. No estamos fingiendo nada, a pesar de la pared invisible que sigue presente entre los dos. De alguna manera, se siente totalmente diferente esta segunda aparición pública porque, a pesar de lo que nos está atormentando a ambos, estamos justos.
Esta noche no estamos fingiendo querernos, soportarnos, tolerarnos. Y eso, a pesar de lo que nos agobia, vuelve esta noche menos difícil de llevar.
Los dos caminamos en silencio hacia las puertas del salón de fiestas. Puedo sentir la tensión en su brazo a pesar de lo discreto que se ve y aun así yo logro se