Caterine tiró con fuerza de la mano de Corleone, obligándolo a acelerar el paso mientras se dirigían hacia el mar. Su risa ligera se mezclaba con el sonido de las olas rompiendo en la orilla. No iba a negar que disfrutaba del bullicio de la ciudad, con su energía vibrante y su constante movimiento, pero también apreciaba la oportunidad de alejarse de todo eso por unos días.
No se detuvo hasta que el agua templada envolvió sus pies desnudos; se había retirado las sandalias algunos metros atrás. Bajó la mirada, tomándose un momento para disfrutar de la sensación del agua acariciando sus dedos y de la arena bajo sus plantas. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro antes de seguir avanzando, adentrándose un poco más en el mar hasta que el agua le llegó apenas unos centímetros por debajo de las rodillas.
Se dio la vuelta para ver a Corleone y descubrió que la expresión tensa en su rostro se había esfumado y, al igual que ella, también sonreía.
—Lo lamento por eso —dijo ella con un dest