Gino se estaba arriesgando demasiado y, aunque había estado bastante seguro de que Greta sentía algo más que deseo por él, cuanto más pasaba el tiempo y ella no decía nada, menos seguro se sentía. ¿Y si acaso había visto lo que quería ver?
—Sabes lo que pienso de relaciones formales —dijo ella, por fin.
—Eso no fue lo que pregunté, lindura —replicó Gino, logrando esbozar una suave sonrisa, pese a la tensión que lo consumía.
—Yo… —Greta desvió la mirada.
—Necesito que mires a los ojos mientras me lo dices. —Gino la tomó del mentón para que volviera el rostro hacia él.
Ella soltó un suspiro.
—Sabes que no puedo hacerlo. No puedo decirte que no siento nada por ti porque estaría mintiendo. —La voz de Greta fue perdiendo fuerza al hablar, pero él logró escucharla hasta el final y sonrió, aliviado.
—Pero, otra vez, eso no cambia nada —continuó Greta, aún con la voz baja—. No sé si puedo creer en todo lo que acabas de confesarme y si puedo confiar en que no vas a… lastimarme. Ya que estamos