Caterine abrió la boca y la cerró por tercera vez, sin decir palabra alguna. No se le ocurría un tema que pudiera aligerar la tensión en el aire. Corleone parecía tenso, pero a ella le resultaba imposible entender el porqué. Si la razón era que debía desviarse de su ruta por su culpa, entonces simplemente no debería haberse ofrecido. De hecho, Caterine ni siquiera había esperado que lo hiciera.
Sacudió la cabeza y apoyó la mejilla en la ventana. Era mejor guardar silencio. Probablemente, en cuanto abriera la boca, terminaría diciendo algo que irritara a Corleone aún más. Siempre había tenido la mala costumbre de hablar de más, pero cuando se trataba de él, parecía que cualquier filtro que existiera en su mente dejaba de funcionar por completo.
Entre el cansancio y copas poco a poco fue quedándose dormida.
Cuando Corleone miró a Caterine la encontró durmiendo, tenía los labios ligeramente entreabiertos y una expresión serena. Sacudió la cabeza y volvió a fijar la vista en la carretera.