Podía jurar ahora mismo y ante cualquiera que no se había sentido tan desbordado antes, que cualquier mujer con la que hubiera intimado con anterioridad no era más que una burda preparación para esta hembra fogosa y receptiva que ahora lo miraba entre tímida y anhelante, insegura de su propia fuerza y poder.
Se inclinó para besarla, disfrutando del calor de sus labios, acariciando con su lengua cada tramo de la boca pulposa qué tanto lo había envuelto succionando su miembro con hambre lo había hecho sentir en el puto paraíso. Se incorporó con renuencia y quitó el condón, haciendo un nudo para tirarlo en el bote de residuos del baño, donde se miró brevemente al espejo.
Tenía una sonrisa dibujada en su rostro, tan extensa como la de un niño con juguete nuevo y largamente anhelado. Hacía muchas semanas que no se sentía tan enérgico y feliz; esta sensación era equiparable a la que experimentaba en los momentos más frenéticos del juego de hockey, en plena competencia. La misma liberación q