Obedeció sin dudar y observó alucinada como él avanzaba con cadente movimiento y se colocaba a su frente, su miembro justo a la altura de su boca. En la gruesa virilidad brillaba una gota de su jugo y sus labios se entreabrieron sin pensar:
—Eso, abre esa boca muy grande para mí y envuelve todo en ti. Quiero que la saborees y la acaricies con esa lengüita dulce y suave que tienes. Que la dejes lista para introducirse en ti.
Sharon solía leer bastante novela erótica y el lenguaje sucio y descarnado le gustaba en la ficción, pero nunca lo había experimentado en la realidad. Su experiencia sexual había sido bastante plana y de escasas palabras y actos rápidos. Por eso escuchar a Aidan hablar sin pudor elevó su temperatura a la estratósfera.
Excitada, envolvió la base del gran falo con su mano derecha y sacando su lengua lamió con extrema lentitud, haciendo un círculo perfecto, para luego jugar con pequeños empujes de su lengua.
El gruñido exaltado que él exhaló le supo a gloria y estimul