—Nunca lo haría, ese no es él.
—Ninguno de tus hermanos lo harían, creo yo. Me falta conocer a Aiden, pero supongo que no será la excepción.
—Aiden es… Aiden. Pero no, tampoco le importan esas boberías clasistas. Ese es terreno exclusivo de mi madre—la abrazó y la atrajo para tomar su boca en un beso apasionado al que ella se sumó con gusto.
Cuando se separaron, murmuró sobre su boca.
—Ella nunca me va a aceptar, ¿no es así?
—No importa. En realidad, no importa la opinión de mi madre. No cuenta.
Regina sabía que, aunque sonara duro y cruel, era así. Él ya le había advertido que su madre no la aceptaría y que era algo que no influía. Sí se preocupó porque conociera a Beatrice, la cálida mujer que lo había criado y con la que habían cenado en varias ocasiones. Ella y Regina habían simpatizado de inmediato y la mujer no había dejado de contarle anécdotas sobre su niñez y adolescencia. Regina entendió el cariño y la ternura que él y sus hermanos sentían por esa mujer.
El apoyo incondicion