—Entiendo tu confusión. Soy un hombre importante y con mucho dinero, eso ya lo sabes y no lo digo con ostentación. Mucha gente trabaja para mí y me congratulo de ser un jefe serio, en ocasiones, muy severo. Pero trato de ser justo. Sé que lo que ocurrió contigo anoche no lo fue.
Ella volvió a morderse los labios y asintió.
—Fue una torpeza, pero necesitaba ese dinero—murmuró.
—Tal vez esto te sonará mal y habla de mi como un desconsiderado absoluto, pero también sé que ese incidente jugó a mi favor.
—No lo entiendo—ella desmesuró sus ojos, confundida.
—De no haber sido por esas copas derramadas, no hubiera detenido mi mirada en ti—de inmediato se corrigió, maldiciéndose por su comentario, que la ruborizó—. No lo tomes a mal, esas fiestas suelen aburrirme hasta el delirio. Demasiados brillos, demasiada gente haciendo ostentación de su riqueza y sus logros. Todo me parece igual y solo deseo que termine.
Ella asintió, una vez más.
—Tú debes tener una visión bastante ácida de las fiestas