—No quiero jugar contigo, Regina. No te endulzaré la verdad. Quiero disfrutarte, pero también quiero que goces entre mis brazos. Quiero que seas mi amante. Y quiero ayudarte. Es un trato justo. Que recibas tanto como yo al satisfacer el deseo que me corroe.
La palidez de ella y la falta de palabras le hicieron ver qué probablemente había ido demasiado lejos.
—¿Me está pidiendo que sea su amante y pretende pagarmelejos incredulidad era palpable en su tono y en el intenso restregar de sus manos.
—¿No te gustaría? No me considero un hombre mal parecido.
Tenía claro que no lo era y si bien el dinero solía ser el aliciente para que muchas mujeres se acercaran a él, no eran indiferentes a su cuerpo tallado por el ejercicio diario y el boxeo.
—¿Bromea? Usted es el sueño de cualquier mujer—dijo ella, sin perder su expresión mortificada.
Milo sonrió. Hasta en eso ella era especial, incapaz de jugar o utilizar lo que él le estaba diciendo en su favor. Otra mujer estaría haciendo planes y gozand