CAPÍTULO 2

La pupila de los ojos de Sibel se ensanchó considerablemente y ella sintió cómo sus mismos huesos se estremecieron.

¿Esclava? ¿Sirvienta? ¿Quién era este hombre para pretender semejante cosa?

Sin decir una palabra, Sibel solo miró por el rabillo de los ojos, como la gente a su alrededor se movía, mientras ella no podía quitar sus ojos de aquel hombre. Él seguía de pie diciéndole con la mirada que ella sería polvo en sus manos, y sintió una necesidad grande del saber por qué.

En algún momento, una mujer se detuvo delante de él y le entregó una especie de vestimenta doblada, pero él no la tomó, sino que la detalló con recelo para decir.

—Toma la ropa… ve con ella a donde dormirás… y cámbiate por la mañana.

Ella pasó sus ojos al montículo de las manos de la mujer, y notó que era una especie de uniforme.

—Yo… no estoy entendiendo.

—¿Qué no has entendido? Se supone que eres la más inteligente de tu familia… una que firma un papel solo porque un maldit* se estaba ahogando… era mejor que lo dejarás morir…

Sibel negó enseguida con su cuerpo a punto del desespero.

—¿Qué documento es ese?

Iván pareció exasperado y algo cansado ante sus preguntas, y emitió un ademán como si le diera igual su palabrería. Se giró para comenzar a entrar en la casa, y al siguiente segundo, la rabia golpeó a Sibel con fuerza.

—Le he preguntado… —ella caminó enseguida y se puso delante de él.

Un montón de guardias vinieron, pero Iván alzó las palmas.

—Es una miserable… no hay nada que temer con ella, mírenla, ni siquiera tiene ni put@ de cómo será tu vida desde ahora…

Sibel apretó sus dientes, y en un segundo su miedo pasó a la furia. Ella lanzó su palma en contra del tipo para estamparle una cachetada ante tanta bajeza, pero de inmediato su muñeca fue atajada y su cuerpo sacudido con fuerza, a tal punto, que sus rodillas flaquearon, y terminó arrodillada mientras su mano era doblada dolorosamente.

Iván aflojó el agarre, pero no la soltó del todo, mientras Sibel soltó un gemido ahogado.

El hombre soltó su agarre como si ella le diera asco, y luego se acercó un poco hacia abajo para apuntarle con el dedo.

—Hagas lo que hagas… grites, patalees, y te jodas la garganta pidiendo ayuda, tú nunca podrás eliminar esta firma donde me sedes totalmente tu voluntad. Serás mi esclava, incluso para ponerme las medias y zapatos, y si piensa, solo si piensas por un segundo que puedes correr en esa dirección… —Iván tomó su mandíbula de forma brusca y le indicó la salida—. Tu padre… tu mamita y hermano maric*n… desaparecerán de la faz de la tierra…

Iván soltó su quijada hacia un lado, mientras Sibel soltaba las lágrimas sin reparo, sin embargo, él se detuvo en su camino.

—Por supuesto… también a esa hermanita tuya… que es todo un escándalo…

Sibel casi gateó para pegarse a la columna gruesa, y tomó sus rodillas para abrazarse enseguida. Por alguna razón encendió la última parte de su hermana, porque en lo que llevaba de año, había hecho más escándalos a su padre, que ella en toda su vida.

Ella notó como él desapareció dentro de la casa, y como la mujer con el uniforme, se quedó estática tratando de no mirarla.

Ni siquiera sabía qué iba a hacer para salir de esta situación, no entendía cómo su padre lo había permitido, porque él era uno de los hombres con más poder en el país. Y el hecho de que este hombre llamado Iván lo redujera a la vergüenza y lo humillara frente a su familia, ultrajando su hija, ahora le decía, que un infierno apenas estaba comenzando para ella.

Y de la nada, sintió cómo su teléfono vibró.

Con temblor miro hacia arriba, había guardias merodeando, y además esa mujer que no se iba.

—Puedo mostrarle la habitación… —y cuando el teléfono siguió vibrando en su mochila, Sibel asintió aceptando la oferta. 

Se puso de pie y solo se giró para mirar a lo lejos, el enorme portón por donde había entrado a este sitio y al que quería correr con desespero.

La mujer la llevó dentro de la casa, y se pasó una amplia cocina para llegar a unos pasillos. Tomando unas llaves abrió una puerta, y Sibel se dio cuenta de que apenas tenía una cama y una mesa de noche pequeña.

—Puede cambiarse mañana… no hay prisa, ya es de noche y no creo que el señor necesite algo, si es así, yo me haré cargo.

La mujer puso la ropa en la cama, y sin decir más salió de la pequeña habitación.

Sibel abrió rápidamente su bolso para buscar su teléfono con desespero y notó las llamadas perdidas de su padre, y también de Aston. Había algunos mensajes, al que le dio su máxima atención. 

“Hola, cariño, ¿Cómo estuvo la cena? ¿Se dieron cuenta de algo?”

Ella arrugó su boca conteniéndose un poco y luego tecleó rápido.

“Aston…”

Se detuvo un momento pensando qué le diría y de alguna forma temió por su reacción. Ella no podía permitir que él viniera, no aquí… 

Salió de su mensaje dispuesta a llamar a su padre, y cuando escuchó los dos tonos más la agitación de la respiración de alguien al otro lado, ella se dejó caer en la cama.

—Papá…

—¡Sibel!… hija…

—Papá ¿Qué está pasando? Quien es este hombre… ¿Por qué? ¿Por qué…?

—¡Cálmate! Hija, por favor, escúchame… ¿Dónde te encuentras? —Sibel negó.

—No lo sé exactamente, pero estamos en las afueras de Los Ángeles, creo que por la montaña de Santa Mónica… papá…

—¿Te ha hecho algo?

Ella negó.

—No… pero ¿Qué quiere es hombre? ¿Por qué nos odia tanto?

Hubo un silencio en el otro lado.

—Son negocios Sibel… pasado, un sinfín que no… tú no tienes nada que ver…

—¿No tengo que ver? Estoy aquí papá… este hombre… él dijo que… que sería su sirvienta, su esclava… ¿Puedes creerlo?

—Quiere dañarme a través de ti, Sibel… pero encontraré la manera, cariño… tú vas a salir de ese lugar pronto. Solo quiero que no hagas caso a sus palabras… ni a su…

La puerta de su habitación se abrió de golpe, y Sibel no pudo escuchar lo último que su padre estaba diciendo. Este hombre endemoniado estaba de pie frente a ella, y sin chistar le arrancó el teléfono de las manos y luego lo pegó a su oreja.

—Se acabó la charla… si llamas de nuevo, comenzaré por tu hija menor, Lucy…

Sibel abrió los ojos mientras negó, e Iván la miró para estrellar el teléfono móvil, fuertemente contra el suelo.

—Tienes la noche para recapacitar… cada que incumplas mis órdenes, comenzaré a joderme en tu familia y principalmente en el miserable de tu padre…

Ella pasó un trago pegándose más a la pared, y notó como ese hombre colocaba su mano en su boca como si estuviera pensando algo antes de irse.

—¿Cómo es que se llama? ¿Aston? Bien… él ya no existe para ti…

Ella sintió un vuelco en el estómago entendiendo que estas personas sabían todo de su familia, pero lo más jodido, es que la información sobre Aston que no tenía su padre, él la manejaba sin ninguna preocupación.

Literalmente la habían investigado lo suficiente, y aquí se estaban enfrentando a un monstruo con mucho poder. Tratando de ignorar que había mencionado a su novio, se pegó a la pared y tratando de mantener sus emociones a raya, preguntó:

—¿Cuánto tiempo estaré aquí?

Iván sonrió.

—¿Por qué no lees tu misma? —sacó la hoja de su bolsillo y la tiró en la cama doblada, mientras miró a Sibel de forma descarada.

Ambos sostuvieron la mirada por un momento, y ella pudo notar como Iván fruncía el ceño.

—¿Qué me ves?

—Mi padre vendrá por mí… —y aunque ella lo retó, Iván sonrió, y luego se acercó mucho.

Sibel pensó que se tocarían por la forma en que se puso de frente a ella. Incluso quedó diminuta mirando hacia arriba como una cierva, e Iván la giró hacia un lado y luego colocó las manos en sus hombros para sentarla de golpe en la cama.

—Siéntate y espera… porque eso no sucederá nunca… Mañana… seis de la mañana, quiero mi desayuno listo…

Sibel no respondió nada, y él tuvo que golpear la puerta para que ella se asustara.

—Si… —dijo en susurro.

—¿Si qué? —su mandíbula apretada le hizo pasar un trago, y aunque sentía sus mejillas hervir, tuvo que confesarlo.

—Si… señor…

No era solo satisfacción por la humillación lo que veía en este hombre, Sibel podía notar que era literalmente un jodido logro para él. Como si estuviera llegando a un punto por el que lucho mucho, y pensando esto, parpadeó por un segundo, para encontrarse sola en la habitación, unos segundos después.

Ella vio su teléfono quebrado en el suelo, y temblando, lo tomó para inspeccionarlo, pero era en vano. Observó a su alrededor para abrazarse a su misma, y luego se recostó en la pared, sintiendo la hoja de papel que había lanzado ese hombre en su cama.

Desdoblando rápidamente comenzó a leer.

«Yo, Sibel MacMillan, acepto ser la sirvienta del señor Iván Vasíliev de forma voluntaria por el tiempo de un año. Me comprometo a servirle en todas sus necesidades, y a estar presta a cualquier pedido o petición. Todo con el fin de aprender a estar bajo su autoridad y sobre todo a reconocer su poder frente a mi familia y a sus enemigos.

Reconozco que ni yo ni mi familia somos nadie a su lado, y que este año será un ensayo, para entender que Iván Vasíliev es el dueño de todo lo que toca, y de la voluntad que quiere.

En un término de un año, dejaré de servirle, y abandonaré su casa para siempre, si esta es la voluntad de mi señor… 

Sin embargo, sí incumplo toda la norma, mi propia familia, tendrá que pagar por ello, sin más que agregar, firmo conforme…»

Sibel sintió ganas de vomitar ante las letras leídas, y rompiendo el papel en muchos pedazos, lo tiró al piso mientras negaba para ella misma.

—No puedo hacer esto… yo… no podré hacerlo…

Este hombre literalmente estaba loco.

Decir que pasó una larga noche, una noche como ninguna otra, fue quedarse corta ante el suplicio que sentía su cuerpo, y la ansiedad que la carcomía cada vez que se despertaba en la madrugada.

Algo que no faltaba en esa habitación, era un reloj, y cuando se hicieron las cinco y media, ella ya se sentó en la cama, mientras sintió cómo el sudor había mojado su ropa.

No pudo siquiera tomar un baño, y se vistió con el uniforme que habían dejado para ella. No se miró en un espejo, y salió mientras la luz del lugar invadía sus ojos adoloridos.

No preguntó a quién dirigirse, pero se fue a la cocina directamente, quedándose de pie, esperando que alguien pudiera indicarle alguna cosa. Ella debía estar luchando con sus sábanas por levantarse para ir a la universidad, pero su cuerpo salto esfumando todo el pensamiento, cuando escuchó la voz de Iván Vasíliev detrás de ella.

Los ojos del hombre detallaron su uniforme, tenía sus medidas, y ahora que estaba expuesta se preguntó cómo.

Pero antes de que abriera la boca y dijera alguna cosa, escuchó como el hombre, guardándose las manos en los bolsillos y con el cabello desordenado como si se hubiese levantado apresurado solo para este momento, dijo:

—Muévete… y haz el desayuno para mí, frente a mis ojos…

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