Capítulo 978
Pensé que, como él ya había llegado antes, seguro también sabía lo de la mordida de Camila.

Entonces, ¿acaso sospechaba que fui yo la que dejó salir la serpiente y por eso estaba enojado?

Con ese pensamiento, retrocedí dos pasos y le dije con la cara inexpresiva:

—Si tanto te preocupa Camila, habrías ido con ellos al hospital. ¿Por qué vienes a ponerme esa cara? ¿O es que tú también crees que fui yo la que dejó salir la serpiente?

Mateo me miró fijamente, y su cuerpo transmitía una seriedad que intimidaba.

De la nada, sonrió. Pero esa sonrisa se notó cargada de desilusión y hasta de burla hacia sí mismo.

Se me apretó el pecho, y estaba a punto de preguntarle qué quería decir con eso, pero de la nada se dio la vuelta y se fue. Su espalda se veía tan distante.

Instintivamente miré a Samuel, que observaba todo desde un lado.

Él, sin mostrar mucha expresión, comentó:

—Está enojado. Ve a alcanzarlo.

—¿Y sabes por qué se enojó? —pregunté.

Samuel dijo que no:

—No lo sé.

Claro, aunque también
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