Me asusté y lo empujé en el pecho:
—Mateo...
Mateo me acariciaba el hombro, me besaba los labios y murmuraba en voz baja, con un tono seductor:
—Tranquila, solo una vez.
Pero Mateo en la cama siempre era un gran mentiroso.
Prometió que sería solo una vez y al final fueron tres. Tanto que, cuando bajé de la cama, tuve que sostenerme la cintura y casi no podía mover las piernas.
¡Qué rabia!
Cuando llegué apresurada al estudio, la escena de Camila recibiendo bofetadas ya estaba casi terminada.
Cuando la vi de cerca, me impresionó el moretón hinchado en su mejilla.
Ese día Carlos no apareció, seguramente porque Samuel había puesto guardias en la entrada para no dejarlo pasar. Yo misma había visto varios guardaespaldas cuando llegué.
Alan seguramente llevaba rato allí. Igual que ayer, estaba sentado con una mesita, comiendo botanas mientras observaba la filmación.
En cuanto me vio, me hizo señas con entusiasmo:
—¡Eh, Aurora, ven! Te guardé algo rico.
Eché una mirada al estudio y, caminando