Mateo y Alan estaban juntos.
Carlos, en cambio, se mantenía aparte.
Ninguno de los tres decía nada.
Pero, a juzgar por sus expresiones, solo Alan parecía de buen humor.
Los otros dos estaban serios: uno con la cara tensa, el otro pálido como la tierra.
En cuanto Valerie y yo salimos, Alan nos recibió rápido.
De inmediato intentó tomar el bolso que ella llevaba al hombro.
Pero Valerie volteó el hombro para esquivar su mano.
Alan se quedó sorprendido:
—¿Qué pasa, Valerie? Solo quería ayudarte.
—Cof, cof… —ella tosió, fingiendo, y luego dijo:
—Mejor vete tú primero, yo no voy a regresar todavía.
La sonrisa de Alan se borró de golpe.
Se puso molesto y preguntó:
—¿Cómo que no vuelves? ¿A dónde vas?
Valerie me agarró el brazo y respondió con una gran sonrisa:
—Voy con Aurora a bailar.
De inmediato, la mirada de Mateo, muy seria, se posó sobre mí.
Era como si me dijera: “¡Atrévete a ir a bailar y verás!”.
Recordar que hace un rato se había compadecido de Camila me encendió de rabia.
Así que r