Alan, furioso, miró a Valerie:
—¡Acabo de volver y tienes que acompañarme!
Yo no quería afectar la relación de Valerie con Alan.
La llevé a un rincón y le susurré:
—¿Por qué no vuelves con él…?
—¡No! —Valerie se puso molesta.
—Ya habíamos quedado en ir a bailar juntas, ¿o qué? Oye, no me digas que quieres ir con Mateo.
—Claro que no. Sigo enojada con él. Aunque no vaya a bailar, no quiero regresar ahora.
—Entonces listo, vamos a bailar. ¡Sin hombres!
La miré divertida.
Al fin entendí: ella era la que en realidad quería ir a bailar.
—Oigan, ¿qué tanto hablan? ¿Hay algo que Mateo y yo no podamos oír? —gritó Alan, impaciente.
Cuando volteé, vi a Alan en la esquina, fumando.
Mateo, en cambio, no fumaba, estaba apoyado con desgano en la pared y me miraba fijamente, serio.
Valerie se acomodó el bolso en el hombro y le dijo a Alan:
—Me voy con Aurorita a bailar. Tú vete primero, yo volveré más tarde.
Alan suspiró, lleno de rabia.
En un segundo se acercó a nosotras y dijo con furia:
—¡Pues yo