Luki habló con mucha seriedad.
Yo lo miré sorprendida y luego volteé a ver a Embi.
Embi asintió, confirmando que era verdad.
Después, Luki se acercó a mi oído y susurró:
—Papá también nos dijo que no te contáramos nada de esto, así que, mami, tú haz de cuenta que no sabes. Pero no te preocupes, yo y Embi siempre estaremos de tu lado. Los secretos que papá quiera que guardemos, se los contaremos a mami.
Cuando oí eso, sentí algo muy tierno en el corazón y los abracé, dándoles besos por todos lados:
—Ustedes sí que son mis buenos hijos.
Durante el desayuno, Mateo no se veía nada bien.
Los dos niños lo miraron de reojo y, acto seguido, cada uno tomó una de mis manos.
Luki dijo:
—Mami, no quiero que te vayas. Quédate solo un día afuera y regresa, ¿sí?
Embi añadió:
—Mejor regresa esta misma noche. Yo quiero dormir contigo.
Saqué las manos para abrazarlos, lista para consolarlos.
Pero entonces Mateo habló:
—Si los dos niños no quieren que te vayas, ¿no podrías quedarte aquí tranquila en vez