Para sorpresa de todos, las cuatro copas quedaron frente a Mateo.
Con calma, él le sonrió a Javier:
—Sea como sea, esas cuatro copas no deberías beberlas tú.
Javier se rio un poco:
—Entonces, ¿Mateo, quieres beberlas por Aurora?
—Yo nunca dije que esas copas fueran para ella —respondió Mateo con una sonrisa burlona.
—¿Por qué te alteras tanto?
Nadie entendía qué pretendía exactamente, y mucho menos se atrevía a interrumpir.
Weston estaba al borde de la desesperación, porque al fin y al cabo todo había empezado por él.
Tras dudar unos segundos, dijo:
—Si el señor Ferrucho tenía esas copas destinadas para mí, entonces yo debo beberlas.
—¿Y por qué tanta prisa? —Mateo se rio un poco, levantó la muñeca y miró su reloj.
Tras unos segundos, dijo lentamente:
—Esperen un poco, alguien se las tiene que beber.
Casi al mismo tiempo que terminaba de hablar, se escuchó la puerta.
Me giré y vi entrar a Carlos y Camila, acompañados de un hombre joven.
Era un chico elegante; con el cabello largo recog