Capítulo 823
Él me fulminó con la mirada:

—¿Eres un perro o qué?

—Bájame, quiero ir a comprar vino.

Mateo no respondió, simplemente me cargó a toda prisa de nuevo dentro de la casa y me empujó con brusquedad para sentarme en la silla.

Yo intenté levantarme, pero de repente me gritó:

—¡No te muevas!

Mi cuerpo tembló entero con su rugido, y la tristeza y la rabia me invadieron aún más.

Pensar que me odiaba tanto, que se atrevía a meterse a la fuerza en mi casa y encima a gritarme, se sintió muy injusto.

Se me hizo un nudo en la garganta y le reclamé:

—Esta es mi casa, lárgate.

Mateo se quedó de pie frente a mí, me miró desde arriba con esos ojos llenos de ira.

Apreté los labios, jugueteé con el borde de la mesa y dije en voz baja:

—Por más que me mires así, no te tengo miedo… tú… tú igual tienes que largarte…

Él se rio, no me respondió y volvió a sacar el celular para marcar.

—Cuando vengas, trae pomada y vendas.

Pausó.

—Tranquilo, tu mujer no está herida. Apúrate.

Colgó sin mirarme y fue a apagar la
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