Yo no sabía por qué de repente tenía que decirme algo tan irrelevante.
Le asentí con timidez:
—Está bien.
La joven mamá que me había hablado se quedó tan sorprendida que abrió mucho los ojos. Después de unos segundos me preguntó:
—¿Él… él es tu esposo?
—No —respondí sin pensarlo.
Justo después de decirlo, Mateo giró la cabeza y me lanzó una mirada seria.
Bajé la vista, sintiendo amargura en mi corazón. Si tanto me odia, ¿por qué le importa tanto la relación entre nosotros?
La joven mamá me miró con sospecha y se rio, incrédula:
—Ya decía yo que ustedes no parecían esposos, si no, ¿por qué sentarse tan lejos? Jajaja. Lo que digo, todos nuestros maridos son iguales, jamás quieren pasar tiempo llevando a los hijos a jugar.
Yo sonreí, sin decir nada.
Los niños jugaron por dos horas completas.
Cuando terminó, el presentador le repartió recuerdos a cada niño, y todos estaban felices.
A Embi le dieron una muñeca Barbie, y a Luki un Ultraman.
Embi en ese instante se volvió aún más cercana a Ma