Mateo apoyó su frente contra la de su hijo y le dijo en voz baja “está bien”, aunque su mirada se dirigió hacia Embi.
Yo sabía que, cuando vio a Embi tan cercana a Javier, se sentía herido, así que buscaba consuelo en Luki.
Yo no esperaba que Javier apareciera.
Me acerqué y le pregunté, irritada:
—¿Qué haces aquí?
Javier miró a Mateo y luego me respondió:
—En realidad, la reunión terminó hace rato, pero Alan no me dejó irme, me tuvo hablando tonterías mucho tiempo. Cuando volví y vi que no estabas en casa, vine a buscarte.
—No hacía falta, estábamos a punto de regresar —dije con indiferencia.
Javier sonrió:
—Perfecto, entonces vamos juntos.
—No —lo rechacé de inmediato.
—Puedo llevarme a Luki y Embi yo sola, tú regresa primero.
Javier respondió, con una expresión de cierta tristeza:
—¿Acaso… quieres quedarte un poco más con Mateo?
Contesté:
—Él quiere mucho a los niños, y yo quiero que pasen más tiempo con él. Al fin y al cabo, es su padre.
Hice una pausa y añadí:
—Mañana saldré con V