Al despertar otra vez, sentí una manita tocando mi frente.
Enseguida escuché las voces preocupadas de los dos pequeños.
Embi dijo: —Mamá parece que tiene fiebre, ¿qué hacemos?
Luki respondió: —Voy a llamar a la madrina con el celular de mamá, que regrese rápido.
Apenas terminó de hablar Luki, en la habitación sonó el tono de llamada.
Pero el pequeño llamó varias veces a Valerie, y allá nadie contestó.
Embi: —Tal vez la madrina está ocupada, ¿y si mejor llamamos al padrino?
De nuevo se escuchó el timbre, pero tampoco contestó su padrino.
Embi se puso ansiosa: —¿Qué hacemos, hermano? Javier tampoco está aquí.
Luki dudó un momento y luego dijo:
—¿Y si llamo a papá? Aunque siempre está de malas, ahora que mamá está enferma no debería dejarla sola, ¿verdad?
Cuando escuché que el pequeño quería llamar a Mateo, me puse nerviosa.
No quería que me viera tan débil; capaz pensaba que fingía fragilidad.
Con esfuerzo me senté y, sonriéndoles ¿, les dije:
—Mamá está bien, solo necesita descansar un