Justo en ese momento, escuché claramente la voz de una mujer desde la puerta.
Me giré, y como lo sospechaba, ¡era Camila!
Antes siempre vestía de manera inocente y sencilla, pero ahora su ropa se veía mucho más lujosa y el maquillaje en su cara ya no era el de una muchacha ingenua, sino uno refinado, con un toque de seducción.
La cara de Camila era sin duda muy bonita; antes era una belleza pura, ahora era una belleza deslumbrante y provocativa.
No era de extrañar que Carlos estuviera tan obsesionado con ella.
Incluso aquel Bruno, que arruinó su futuro ayudándola a hacer cosas malas, también había perdido la razón por ella.
Puse a los dos niños detrás de mí, mirándola con seriedad desde la puerta.
Camila primero me lanzó una sonrisa burlona, luego su mirada se posó en los que estaban detrás de mí.
Con una expresión casi incrédula, observó a los dos niños.
Como si hubiera confirmado algo, señaló a Embi y Luki y dijo con la voz aguda:
—¿De quién son esos niños?
Estaba por responder, pero