Embi se lanzó a mis brazos, me abrazó con fuerza y, con los ojos llenos de lágrimas, dijo:
—Mami, te extrañé muchísimo, no quiero nunca volver a estar lejos de ti.
Luki también corrió hacia mí, me agarró de la mano y, con su boquita temblando, sollozó:
—Yo tampoco quiero volver a alejarme de ti, mami...
Miré a mis dos niños con los ojos llenos de lágrimas y suspiré.
Por lo que pude ver en las cámaras de vigilancia, aunque después Mateo trató un poco mejor a los niños, de todas formas terminaron sufriendo mientras estuvieron con él.
Esta vez, al menos, al haber visto a su papá, se cumplió uno de sus mayores deseos.
Y seguramente ya no volverán a insistir con tantas ganas en verlo otra vez.
Carlos se acercó rápido. Tenía un álbum de fotos en la mano, y detrás de él, sobre la mesa, había un pastel red velvet y muchos juguetes.
—Aurorita...
Me miró con los ojos rojos, y una mezcla de emoción y culpa; sentimientos encontrados que no lograba ocultar.
Yo no dije nada. Solo tomé a mis dos niño