Alan llegó con una mujer, que cuando nos vio, lo miró y, con voz melosa, dijo:
—Alan, ¿ves a esa? Ni estrella de tercera es, y se atreve a decir que toda tu familia es una maldición, ¡qué valor tiene!
Alan, molesto, apretó los dientes y miró a Valerie con ira.
Me apuré a acercarme y, sonriéndole, le dije:
—Alan, ¡cuánto tiempo! ¿Qué tal, ya cambiaste de acompañante otra vez?
Cuando acabé, la mujer se paró orgullosa, levantó el pecho y subió la barbilla.
Sonreí y dije:
—Vaya, Alan, parece que tu gusto bajó. Esta, en cara, cuerpo y elegancia, no supera a la anterior.
La verdad, hablaba sin saber, casi ni había visto a la mujer que Alan traía ahora. Solo quería picarla un poco.
Y como esperaba, después de eso, la mujer empezó a sacudirle el brazo a Alan y dijo:
—Alan, ¡dijo que tu gusto cayó! ¡Que no soy mejor que tu anterior acompañante! ¿Qué es eso? Es solo una actriz de segunda, ¡ni sé cómo entró! ¡Cómo se atreve! ¡Haz que se calle!
—Bueno, tienes algo mejor que la anterior.
La mujer h