—¿Qué tiene que ver él en esto? —dije.
La calefacción de la habitación estaba bastante alta. Tenía miedo de que los bebés tuvieran calor, así que les quité las mantas.
Sin cambiar el tono, añadí:
—Estos son mis bebés, son solo míos. ¿Decirle a él? ¿Para qué venga a quitármelos?
Javier apretó los labios y miró a Valerie.
Valerie sonrió, sin poder creerlo:
—Sí, no podemos decírselo. Si se lo decimos, vendrá a intentar quitárselos a Aurorita.
Ella los trajo al mundo con todo lo que tenía, no podemos dejar que él los arrebate.
Justo en ese momento, Embi empezó a llorar. Cuando Embi lloró, Luki también empezó a llorar.
Me sorprendí y, ansiosa, miré hacia ellos:
—¿Qué pasa? ¿Por qué están llorando?
Javier sonrió:
—No te preocupes, solo tienen hambre. Voy a preparar la fórmula.
—Yo lo hago —dije rápido, levantándome y buscando con torpeza los utensilios de bebé.
Javier me detuvo con la mano, sonriendo suave:
—Déjame a mí; tú quédate tranquila. Preparar la fórmula también exige cuidar la tempe