Capítulo 710
Desde que desperté, sentí que los días pasaban lentos, contándolos uno por uno.

El anhelo por mis bebés ya había superado por completo el dolor del vientre.

Al fin llegó el día en que darían de alta a mis bebés. Valerie me pidió quedarme en la habitación del hospital mientras ella y Javier iban por ellos.

Pero no pude esperar y fui con ellos.

Mi herida aún no sanaba del todo y caminar me dolía.

Llegamos a la puerta de neonatos, di mi nombre y la enfermera entró a traer a los bebés.

Sin querer, empecé a retorcer los dedos, llena de ansiedad y expectativa.

Minutos después, dos enfermeras salieron con los bebés en brazos.

No pude evitar tomar a uno, envuelto en un cobertor rosa, y Valerie tomó el otro, envuelto en azul.

Miré al bebé que tenía en mis brazos, dormido profundo, y el corazón se me derritió.

Esa debía ser la niña; su cara era redonda y rosada, muy suave.

Pero, cuando la miré bien, noté que sus ojos y cejas me recordaban mucho a Mateo.

Valerie se acercó y me enseñó al otro bebé
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