Así que no debería dejar que Valerie cargue tanta presión solo por mi rencor, ¿cierto?
Le apreté la mano y le dije:
—Está bien, nos quedamos.
Los ojos de Javier se iluminaron.
Lo miré seria y añadí:
—Pero cuando nazcan los bebés, me voy con ellos.
—...Está bien.
Javier no dijo nada más. Guardó los utensilios médicos y salió de la habitación.
Valerie suspiró, aliviada de verdad, y me dijo:
—La verdad, tampoco quiero seguir viviendo aquí, pero siendo sinceras, con tu estado de salud actual, este lugar es lo más conveniente.
Asentí:
—Tranquila. Desde ahora, solo esperaré la llegada de los bebés, sin decir nada.
***
En los días que siguieron, Javier casi no volvió a la mansión.
Pero John le contaba a diario cómo iba mi salud y mi alimentación.
Cada dos semanas, él regresaba con su equipo médico para hacerme un chequeo completo y asegurarse de que los bebés estuvieran sanos.
En ese tiempo, a veces salía con Valerie a caminar y a comprar cosas de bebé.
A Valerie le encantan las niñas, así qu