No le contesté.
Él apretó los labios y trató de abrazarme.
—Bueno ya, hoy no pudimos verla, pero habrá más oportunidades. Tenemos tiempo, ¿no crees?
—¡Suéltame! —dije, quitándole la mano, mientras iba hacia la salida.
Quería saber de una vez quién era su novia para asegurarme de que el riñón para mi mamá no tuviera ningún problema.
Pero él no lo entendía.
Incluso si se lo decía, solo me acusaría de ser desconfiada.
En resumen, ya no quería decirle ni una palabra más a Carlos.
Estas personas “románticas” son realmente insoportables.
Bajamos juntos, y cuando me vio caminar hacia la calle sin mirar atrás, corrió a detenerme.
—¿A dónde vas? Vamos, te llevo a casa.
—No, vete tú solo.
—¡Oye! ¿Y ahora qué piensas hacer? —me dijo con fastidio.
Me senté en el borde de una banca y contesté, tranquila:
—No voy a hacer nada, solo siéntate; me quedaré aquí un rato.
Él me miró con desconfianza.
—No me digas que vas a ir al hospital donde trabaja Mayi para buscarla.
Antes de que pudiera responder, me