Era Alan y Camila.
Camila corrió hacia nosotros, sin aliento y con la cara roja.
Miró a Javier y luego se paró frente a mí, preguntándome con un tono acusador:
—¿Qué está pasando? Mateo estaba bien ayer, ¿por qué está así hoy? ¿Qué le hiciste?
Bajé la mirada, sin decir nada.
De repente, empezó a llorar, con una cara de miedo y ansiedad:
—¡Habla! ¿Qué le pasó a Mateo? Cuando salió esta mañana de mi casa, dijo que iba a salvarte, ¿pero por qué tú estás bien y él está en la sala de emergencias? ¡Dime!
Levanté la mirada lentamente y, con indiferencia, le respondí:
—No tengo nada que decirte.
—¿Qué no...?— Camila se quedó paralizada, como si fuera a desmayarse.
Javier rápidamente la agarró y, en voz baja, dijo:
—Mateo fue apuñalado tres veces por Michael, ahora está en la sala de emergencias. En cuanto a lo que pasa dentro, tampoco lo sabemos.
—¿Michael? ¿Dónde está? ¡Voy a buscarlo para ajustar cuentas!— Alan dijo, furioso, golpeando la silla.
Javier lo miró y respondió:
—Michael también e