El impenetrable Javier me miraba con sus ojos vacíos y tristes.
Con un tono serio, comenzó a hablar:
—¿Sabes por qué lo odio tanto, a él y a todos los Bernard?
—Lo sé, porque su mamá te quitó a tu papá, pero eso fue culpa de su mamá, no de él.
Javier, te lo ruego, dime, ¿cómo está él ahora?
Mi corazón se apretó de dolor, lleno de temor.
Javier sonrió un poco, pero esa sonrisa estaba llena de amargura:
—No es solo que su madre se haya robado a mi papá. Su papá mató al mío.
Mi cuerpo se tensó por completo, y no pude decir ni una palabra.
Javier continuó, con una sonrisa sarcástica: —Al principio, a pesar de lo que hizo su mamá, aún podía soportarlo, pero su padre no paraba de seguirnos, persiguiéndonos sin cesar. Incluso mandó a que le dieran una paliza a mi papá. Desde entonces, mi padre se comenzó a enfermar y se murió poco tiempo después. Todo fue culpa de sus padres. Mi hermana y yo nos convertimos en huérfanos. ¡Lo odio! ¡Y no voy a dejar de odiarlo hasta que toda su familia se mu