La mirada de ese hombre, triste y llena de resentimiento, me hizo sentir un dolor profundo en el corazón.
Extendí la mano intentando tocarlo, pero parecía que había algo entre nosotros que lo impedía. No importaba cuánto lo intentara, mis dedos no lograban rozarlo ni un poco.
¿Quién es él?
¿Por qué me mira de esa manera tan triste?
¿Quién es él? ¿Quién es él?
Me llevé las manos a la cabeza, gritando en agonía.
De repente, un nombre surgió de manera abrupta en mi mente.
Mateo.
¡Lo recordé! ¡Él es Mateo, el que siempre me molestaba, pero que cuando estaba en peligro, siempre venía a salvarme!
Parecía que Mateo empezaba a alejarse.
Me puse ansiosa, gritándole mientras corría hacia él.
Pero no importaba cuánto intentara correr, simplemente no podía alcanzarlo.
—Mateo, espérame, Mateo...
Grité con todas mis fuerzas, pero él parecía no escucharme.
Mientras lo veía cada vez más lejos, mi corazón se rompió. Fue un dolor insoportable.
—Mateo...
Grité con desesperación, y de repente, me resbalé