Capítulo 412
Hubo unos segundos de silencio al teléfono, y luego preguntó:

—¿Dónde estás exactamente? Voy a buscarte.

—No hace falta. Yo me haré los exámenes sola —respondí.

Tal vez soné demasiado cortante, porque su tono se volvió aún más agresivo:

—Será mejor que no intentes ninguna estupidez, o... ¡te mato!

Ya había escuchado tantas amenazas, que a estas alturas casi ni me provocaba una reacción.

Indiferente, respondí:

—Entendido.

Y colgué la llamada.

Esa conversación me dejó aún más agobiada. Las dificultades que ya me agobiaban parecían caerme encima una por una.

Javier me miró y preguntó:

—¿Era Mateo?

Asentí y me senté en las escaleras, sintiéndome totalmente perdida.

Javier se sentó a mi lado. Miró la hoja de exámenes en mis manos y dijo:

—¿Ginecología? ¿Mateo te trajo?

Apreté los labios:

—Quiere que le tenga un hijo... pero yo no quiero.

Javier sonrió, y por alguna razón, parecía hasta complacido.

—Si no quieres, entonces no lo hagas. Nadie puede obligarte a eso.

Con una sonrisa de dolor, l
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