Ese hombre llevaba tapabocas y gorra. Solo se le veían los ojos.
Pero aun así, lo reconocí al instante: ¡era Javier!
¿Pero por qué Javier tenía una mirada tan dura y amenazante?
El corazón me latía con fuerza. Me sostuve del pasamanos, mirándolo con miedo y confusión.
Sin embargo, en los pocos segundos desde que me vio, su mirada cambió por completo. Toda la dureza y el filo se desvanecieron, y en su lugar apareció sorpresa.
—¿Aurora?
Esa voz conocida llegó hasta mí, suave y cálida como siempre, como si ese destello oscuro que vi en sus ojos hubiera sido solo mi imaginación.
—¿Aurora?
Repitió mi nombre y de inmediato empezó a subir las escaleras.
En un momento ya estaba frente a mí.
Lo miré sin decir nada, aún medio aturdida. Por alguna razón, me parecía... inquietante.
—Aurora, sí eres tú —Javier sonrió, y al quitarse la mascarilla, agregó:
—Soy yo, Javier. ¿No me reconociste?
Dije que no en voz baja, con una sonrisa tímida.
Me miró unos segundos, y después, como para justificarse, ex