—Sé que este trato es muy importante para ti y para Mateo. No te preocupes, no voy a dejar que lo pierdan —dije.
Alan me miró con una cara medio rara.
Pero no dijo nada más.
Y claro, ¿qué podía decir?
Siempre nos la llevábamos bien y hasta bromeábamos juntos, pero al final del día, no era mi amigo.
Era amigo de Mateo.
No importa quién tenga la razón, él siempre va a apoyar a Mateo, hablar por él, y poner primero lo que le conviene a su amigo.
No sé cuánto tiempo pasó antes de que el carro empezara a reducir la velocidad.
Miré por la ventana.
Frente a nosotros había un edificio de lujo, como un palacio de verdad.
Arriba de la puerta, brillaban las letras "Paraíso Celestial" con luces de mil colores.
Relucía tanto que iluminaba el cielo nocturno.
Alan bajó de inmediato y me abrió la puerta.
—Mateo reservó todo el tercer piso. Están ahí adentro, tenemos que subir rápido —me dijo.
Asentí y, aunque me sentía floja, caminé rápido tras él hacia esa entrada dorada que brillaba como el sol.
Ala