Rápido, le hablé:
—Señor Ferrucho, espere.
Alan se sorprendió un momento y volteó a mirarme:
—¿Qué pasa, Aurora?
—Oye, ¿dónde está mi habitación?
Alan me miró con cara de sorpresa:
—¿Pero esta no es tu habitación?
Después vio la bolsa que llevaba y preguntó:
—¿No quieres quedarte aquí? Esta es la única suite presidencial que reservé, la mejor del hotel.
—Pero esta es la habitación de Mateo.
Alan se rio con picardía:
—¿Su habitación no es tuya? Ustedes fueron esposos, durmieron juntos. ¿Para qué poner tanto problema?
Al verme incómoda, se apuró a decir:
—Ah bueno, ya no te molesto con eso. Solo que en este hotel solo reservé tres habitaciones. ¿Dónde más piensas quedarte?
—Entonces voy a pedir una habitación normal.
Alan me detuvo:
—No te compliques. Este hotel es el mejor de la ciudad y está lleno. Solo conseguí estas tres porque las pedí con tiempo.
—¿Y por qué no pediste una más? Ya no somos esposos, estoy divorciada de Mateo. Esto de las habitaciones...
No sabía ni qué decir, me sen