Capítulo 269
Mateo me habló con esa voz que usa cuando quiere convencerme de algo:

—Como te gusta tanto la plata, pórtate bien y escucha. Te subo a 10 mil dólares al mes. Y cada vez que lo hagamos, te daré un extra. Si quedas embarazada, te daré lo que pidas.

—¿Hasta toda tu fortuna? —le contesté, queriendo provocarlo—. ¿Tus empresas, tus carros lujosos y tus casotas?

En lugar de enojarse, se rio:

—Anda, qué ambiciosa.

—Es que la codicia es normal, ¿no te parece? —dije, sonriendo.

—Pues sí —asintió, como si le gustara mi respuesta—.

—La codicia es normal. Yo también soy bien codicioso, por eso te dejé tranquila esos tres años.

Me quedé confundida. ¿Qué quería decir con eso?

Quise preguntarle, pero antes de que pudiera hablar, ya me estaba besando.

Esta vez fue más intenso que anoche, como si no pudiera controlarse.

A veces me pregunto: ¿cómo puede estar tan obsesionado con alguien que dice odiar?

Mateo siempre anda serio y distante, como si las mujeres no le interesaran.

Pero en la cama es completa
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