Mateo estaba tan cerca de mí que podía sentir su aliento.
Su mano grande presionaba la parte de adelante de mi cabeza, y sus labios calientes rozaban mi oreja.
Todo mi cuerpo estaba tenso. Sentía su respiración caliente en mi cuello y eso me estremecía.
Asustada, susurré:
—Mateo...
Él se rio directo a mi oído:
—Una mujer que ha sido mía, aunque ya no la quiera, no permitiré que otro siquiera pueda desearla. Entonces dime, ¿qué crees que hice con Ryan?
Temblaba, sin atreverme a responder.
Era la primera vez que veía a Mateo así: tan violento, como un demonio salido del infierno.
Con una sonrisa, siguió:
—Mandé a que le cortaran las manos y los pies. Luego los echaron de Ruitalia, y que se las arreglen como puedan. ¿Qué te parece ese castigo?
¿Le cortó...?
Todo mi cuerpo comenzó a temblar.
Por primera vez, lo miré con verdadero terror.
Sabía que era impredecible...
Pero nunca imaginé que fuera tan cruel, tan despiadado.
En ese momento, le tuve miedo de verdad.
Un miedo que me brotaba des