—Shhh, Jeremi... —Caleb tiró de su manga.
—¡Deja de hablar! Esa mujer ahora es la favorita del patrón.
—¿Qué? ¿Cómo dijiste? —El incrédulo Jeremi miró a Mateo.
—¿En realidad logró que se fije en ella?
Mateo se acomodó el cuello del saco con calma y dijo, con indiferencia:
—Prepara tus cosas. Mañana temprano te presentas en la sede central de mi empresa.
Era obvio que esas palabras iban dirigidas a mí.
En ese momento, el lugar estalló.
—¡Uy, la sede central! ¿Ella va a trabajar directamente con el patrón? ¿Viéndolo todos los días?
—¡Qué envidia! Si hubiera sabido que coquetear funcionaba, lo habría hecho hace tiempo. ¡Maldita sea!
—Claro que sí, total, ¿de qué sirve la dignidad? Todas deberíamos aprender de ella: irse a la sede y luego a la cama del jefe.
—¡Aaaah, qué rabia! ¿Por qué no nací mujer? Si fuera mujer, también lo habría intentado.
Mateo ya había salido del archivo, y el bullicio dentro no hacía más que aumentar.
Incluso Jeremi miró al cielo y suspiró, diciendo que en toda su