¿Será que él viene otra vez… por mí?
¿No había dicho anoche con tanta seguridad que no volvería a buscarme? ¿No me había hasta bloqueado?
Mateo golpeaba distraído el borde de la mesa con los dedos, pero esa actitud suya hacía que todos en la oficina estuvieran tensos.
Uno a uno, los compañeros se mantenían de pie, rectos, esperando que hablara.
Pasó un rato. Un rato largo.
Entonces, Mateo habló con calma, mirando a la compañera que me había acusado:
—Eso que dijiste de “esos hombres”, ¿a quién te referías? ¿Viste tú misma que ella ligara con alguien?
La mujer se quedó callada, y tardó un poco en responder:
—Vale… sí, claro que la vi… con un obrero de la construcción. Desde el principio se lanzaban miradas, hasta iban juntos al comedor, ¡incluso parecían querer comer del mismo plato!
—¡Eso es pura mentira! —no pude evitar gritar.
Seguro se refería a Ryan.
¿Pero en qué momento yo le insinué algo? ¿Acaso cuándo comimos del mismo plato?
Cuando me acusaron de ligar con el jefe, aunque nadie