Al final, todo en esta vida es pasajero. Cuando termine este proyecto, cada uno irá por su camino, así que no tiene sentido preocuparme de más.
Desde ahora, solo tengo que hacer bien mi trabajo.
Durante los días que siguieron, el patrón no volvió a pasar por la obra. Muchos decían que se sentía tan disgustado conmigo que ya no quería ni pisar el sitio.
No le di importancia a esos comentarios. Seguí trabajando como siempre, cumpliendo mi turno y comiendo a mi hora.
Mi vida no cambió mucho, salvo por el detalle de que ya casi nadie me dirigía la palabra.
En el trabajo, archivaba documentos en silencio y hacía mis tareas sola.
A la hora de comer, siempre buscaba un rincón donde pudiera sentarme sola sin molestar a nadie.
Cuando alguien me veía, prefería irse. Pero ya no me dolía.
Mi objetivo era claro: trabajar y ahorrar plata.
Ese día, el 15, llegó el momento esperado: nos pagaron.
Era la primera vez que recibía mi salario formal.
Cuando vi los 1,000 en mi cuenta, sentí una felicidad eno