—¡Aurora Cardot!
Era la voz de Mateo, con un tono agresivo, como salida del mismísimo infierno.
Parecía estar seguro de que era yo, y su voz daba miedo.
Contuve la respiración, sin atreverme a colgar ni a decir nada.
¿Qué debía hacer ahora?
Mientras pensaba en qué hacer, alguien golpeó la puerta.
Creí que era Ryan y me brillaron los ojos. Corrí rápido a abrir.
Era él.
Ryan se quedó sorprendido, pero antes de que pudiera decir algo, le hice una señal para que guardara silencio y le pasé el celular.
Ryan me miró confundido, pero contestó:
—¿Sí? Buenas noches.
Lo observé sin moverme.
Ryan repitió:
—¿Hola? ¿Quién carajos habla?
Pasaron unos segundos y luego me devolvió el teléfono:
—Colgaron.
Miré la pantalla. La llamada había terminado.
Seguro Mateo escuchó la voz de un hombre y pensó que se había equivocado.
Sonreí, aliviada, y le dije:
—Me salaste la vida, muchísimas gracias.
Ryan me miró con curiosidad y preguntó:
—¿Quién era ese tipo? ¿Por qué querías que yo contestara?
—Nada importan