Me quedé sorprendida:—¿Fue Mayi quien te aconsejó?—Sí, le conté todo sobre ti, y me dijo que saliera del hospital cuanto antes y que me escondiera con ella. Dijo que Mateo podía venir a buscarme para obligarte a salir de tu escondite.Esto... acertó de lleno.—Oh, vale.Parece que mi hermano confía muchísimo en Mayi, hasta le contó todo sobre mí.Mi hermano hizo una pausa y luego dijo:—Aurorita, no te preocupes por mí. Rompí mi SIM, tenía miedo de que Mateo la usara para encontrarte. Esa también fue idea de Mayi.Al escucharlo, sentí más curiosidad por Mayi.Sonreí y dije:—La chica que te gusta es muy lista, cuando todo se calme, ¡tienes que presentármela!—Claro que sí, ya verás. Por ahora estoy bien, y nuestros padres también.Mientras Mateo no encuentre ninguna pista, con el tiempo va a rendirse.—Bueno, gracias al cielo— respondí en voz baja, pensando que si pasaba un tiempo, Mateo tal vez dejaría de buscarme. Y si luego se casaba con Camila y tenían hijos, probablemente me olv
Vi a Ryan esperando en la puerta.Él me sonrió, todo contento, y dijo:—¡Buenos días, Aurora! Vámonos juntos a trabajar.Pensé que de todos modos tenía que tomar el autobús, así que no me importaba ir con él. Solo asentí.Pero, cuando llegamos abajo y vi que estaba sacando una moto eléctrica del pasillo, me quedé con la boca abierta. Le pregunté sorprendida:—¿Tú vas todos los días en esa moto a trabajar?—Obvio. Mi mamá me dijo que es económica, solo tengo que cargarla todos los días y listo. Además, la compré de segunda, me salió baratísima, solo me costó como mil.Dijo eso mientras se subía a la moto y me gritaba:—¡Aurora, ven, súbete de una vez!Sin dudar le hice una señal para que no insistiera:—Tranquilo, no hace falta, yo me voy en autobús.Ayer vi que el camino se ponía difícil cerca de la obra, lleno de baches por todos lados.Si me caigo, quién sabe qué le puede pasar a los bebés.Y además, no somos tan cercanos como para andar así.Ryan siguió llamándome:—¡No pasa nada,
Terminé de trabajar a las seis.Algunos viven en la obra, otros no, pero casi todos cenamos en la cafetería antes de irnos.Yo también hago lo mismo.Ryan, como siempre, apareció justo cuando estaba terminando de comer.Busqué un rincón apartado y me senté.Ryan vino detrás de mí y se sentó enfrente, sonriendo.—Aurorita, hoy me toca quedarme más tarde a trabajar. Tú puedes irte antes.—Ok.Afirmé y le devolví la bebida que me había dado al mediodía, intacta.Ryan se sorprendió un poco y me miró sonriendo, algo apenado:—Aurora, ¿esto, pues…?—Te voy a ser franca, yo estoy casada.La expresión de Ryan cambió de golpe.Seguí: —Y además, estoy esperando un niño.Esta vez su cara se puso seria de verdad.—Si no quieres tener nada conmigo, no tienes que inventar semejantes excusas. Te ves muy joven, apenas pasas los veinte, ¿cómo vas a estar casada y con hijos?—Así son las cosas. —Saqué el informe de embarazo y se lo mostré.—Estoy casada, tengo esposo e hijos, así que Ryan, no pierdas tu
Mateo Bernard me cogió por casi media semana. Por supuesto, yo también me lo cogí a él. Lo hubiera hecho a gusto, de no ser por el hecho de que él se aprovechó de mi estado. Él era tan solo un pobretón a quien yo no solo no dejaba que me pusiera ni un dedo encima, sino que también lo menospreciaba y pisoteaba.Ahora, irónicamente yo soy quien ha caído en la pobreza y la desgracia, y él, en cambio, ha prosperado. Pero, como si quisiera vengarse por toda su frustración, ahora de verdad me hacía el amor, y me lo hacía con mucha hambre de mi………Mi ahora esposo por error que vino a vivir a mi casa.¿Y por qué esposo por error? Porque, al principio, su hermano era quien me gustaba e incluso salía con él. Pero, en una reunión de fraternidad, terminé teniendo sexo con el hermano equivocado en medio de mi borrachera. Y todo el mundo se enteró.Al final, mi padre no tuvo más remedio que pedirme que me case con él, para no deshonrar a la familia. Así, él se convirtió en su yerno y acabó vivi
Al no tener nada más que hacer y de los nervios tan terribles que sentía, me puse como una niña de preescolar a jugar con mis dedos, mientras yo explicaba el motivo de mi visita.Me vio directo a los ojos, como cuestionándome esto me puse mucho más nerviosa. Pero luego, sonrió y me preguntó:—¿Y por qué crees que debería ayudarte?Sabía que pedirle el favor sería en vano, así que, nerviosa, sonreí tontamente y le respondí:—Entonces, supongo que mejor olvida que vine.Claro, después de cómo lo tratamos en el pasado, era un milagro que no buscara venganza contra toda mi familia. ¿Cómo iba siquiera a considerar ayudarnos?¿En serio porque había venido a suplicarle? Cuanto más lo pensaba, más se me arrugaba la cara de la mucha vergüenza, era bien ilusa yo.Di media vuelta para irme, pero él me detuvo.—No te vayas aún—empezó—, ¿habla a ver qué estás dispuesta a ofrecerme para que te ayude? Si vale la pena, no me importaría echarles una mano.Me quedé paralizada. Pensé y pensé, pero
—¡Mira nada más y donde me la vengo a encontrar! ¿Esa de allí no es la señorita Aurora, la dulce esposa del señor Bernard? ¿También por estos lares de fiesta? Ups, espera quizás me equivoco... ¿De fiesta y con uniforme del antro? —Su burla llenó el aire y fue seguida de un corridillo de rumores.Apreté con fuerza el carrito de bebidas. Inhalé profundo. De nada servía esconderme; ya me habían visto. Y ahora estaban decididos a humillarme, no tenía cómo escapar. Lo mejor para mí en ese momento era enfrentar la situación con la cabeza en alto, sin dejarme menospreciar. Quizá, con algo de suerte, hasta lograría sacarles una propina, jajaja.Por más vergonzante o no que fuera trabajar en un antro de noche, pero las deudas nos asfixiaban; cada día los cobradores golpeaban la puerta más fuerte. Mi padre no paraba de repetir que ya no quería vivir, mi madre lloraba sin descanso y mi hermano ahora trabajaba todo el día de mensajero. ¿Para qué seguir insistiendo en mantener un orgullo inútil y
No supe qué decir, solo pude responder con una mueca, aunque en realidad quería decirle: —¿Estás loco o qué?.A pesar de todo, me di cuenta que él no era aquel hombre humilde que todos despreciaban; ahora tenía poder y dinero. Así que me tragué el impulso de insultarlo y forcé una sonrisa:—Señor Bernard, deje las bromas para otro momento. Tengo que seguir trabajando. Adiós.—¿Por qué Daniel sí puede y yo no? —preguntó de repente, con una frialdad que me dejó paralizada.Me molesté.—¿Qué es lo que Daniel puede hacer que tú no? ¿De qué habla?—Hace un momento —respondió con calma. — Dijiste que, si Daniel ponía un millón, pasarías una noche con él. Yo puedo darte cien mil, pero no aceptas pasar una noche conmigo. ¿Por qué?Blanqueé los ojos.Lo que había dicho antes no era en serio, Daniel es avaro y esa cantidad para él es imposible. Solo lo había dicho para provocarlo, pero Mateo lo había tomado en serio.Dio un paso hacia mí, con un cigarrillo entre los dedos. Sopló un anill
Me puse bastante nerviosa al verlo salir del baño, cubierto únicamente con una toalla atada a la cintura.Su físico era impresionante: hombros anchos, cintura pequeña, todo en perfecto equilibrio. Su piel no era oscura, pero tampoco se veía pálido como un enfermo. Brillaba con una vitalidad que resaltaba su fuerza.Nunca antes había permitido que se mostrara así frente a mí, y aquella vez en la reunión de exalumnos estaba tan borracha que no recordaba nada. Jamás me di cuenta de que tenía un cuerpo tan bien trabajado.Cuando me di cuenta que estaba mirándolo, y casi babeando por él, desvié incómoda la mirada rápidamente.Mateo se acercó, y con él, un rastro de calor envolvió el ambiente. Retrocedí un poco, insegura, y balbuceé:—Tienes… ¿Tienes hambre? Si quieres, yo... yo te preparo algo.Él se rio en voz baja, con un toque de burla.—¿Cocinar? ¿Tú? ¿Sabes siquiera servir un vaso de agua?Me dejó sin respuesta.Para él, yo no era más que una inútil niña rica, y la verdad no est