La ventanilla bajó y un hombre asomó la cabeza, con una sonrisa amenazante.
—Qué coincidencia, Aurora.
Ese hombre no era otro que Waylon.
No sabía cómo habían manejado la situación cuando se fue la luz anoche en el vestíbulo. Lo único seguro era que Waylon no había quedado satisfecho con lo que había pasado.
Él y Henry todavía no se habían ido de Ruitalia; seguramente estaban pensando en venir a buscarme para ajustar cuentas.
Pero ya daba igual.
Mateo estaba gravemente herido mientras yo… yo me acostaba con Javier.
Solo pensarlo me hacía sentir peor que la muerte.
Así que me daba lo mismo; si Waylon quería venir por mí, que viniera. Nada importaba ya.
—Aurora, ¿a dónde vas? ¿Quieres que te lleve? —preguntó él, con una sonrisa.
No lo rechacé; abrí la puerta y subí al asiento trasero.
Waylon silbó, sorprendido; miró hacia atrás con interés y dijo:
—¿Qué te pasa, que hoy estás tan decidida? Te subiste sin dudar ni un poco. ¿No te da miedo que yo…?
—Da igual —lo interrumpí, muy seria.
Wayl